Alguien me dijo cuando era pequeña que era tan fácil crear para lo bueno que crear para lo malo. Pero yo he descubierto que no es así. Es mucho más difícil mantener el río limpio. Es mucho más fácil dejar que se contamine.
¿Qué pasa cuando algo se apodera de la corriente creativa y la llena cada vez más de cieno? ¿Y si nos quedamos atrapados en ese algo, y si de una forma un tanto perversa ese algo no sólo nos empieza a gustar sino que, además, confiamos en él, vivimos de él y nos sentimos vivas mediante él? Entonces se produce hambre en la tierra y contaminación en el río.
Crear deriva del latín creare, con el significado de producir vida o cualquier cosa donde antes no había nada. El hecho de beber agua del río contaminado es la causa del cese de la vida interior y por consiguiente, también de la exterior. La contaminación provoca la deformación de los hijos, símbolos de los jóvenes ideales e ideas. Los hijos representan nuestra capacidad de producir algo donde antes no había nada. Podemos reconocer la presencia de esta deformación del nuevo potencial cuando empezamos a poner en tela de juicio nuestra capacidad y, sobre todo, nuestro derecho a pensar, actuar y existir.
Las mujeres de talento, incluso cuando reivindican sus vidas creativas, incluso cuando brotan cosas bellas de sus manos, de sus plumas o de sus cuerpos, siguen dudando de su valía como escritoras, pintoras, artistas y personas reales. Y por supuesto que son reales. Por más que muchas veces se complazcan en atormentarse poniendo en entredicho lo que es “real”. Una campesina es una campesina real cuando contempla la tierra y planifica las cosechas de la primavera. Una corredora es real cuando da el primer paso. Una flor es real cuando está todavía en su tallo materno. Lo real es lo que tiene vida.
Pero es necesario proteger la vida creativa, evitar el hambre del alma, para ello es necesario practicar diariamente, y después, no permitir que ningún pensamiento, ningún hombre, ninguna mujer, ningún compañero, ningún amigo, ninguna religión, ningún trabajo y ninguna voz avinagrada nos obliguen a pasar hambre.
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Guau, excelente comentario el de Clarissa. Es verdad, tenemos potencial para crear o para contaminar, y lamentablemente lo segundo es más fácil, pues basta con descuidarse e ir acumulando ese “lodo” mental.
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